lunes, 9 de octubre de 2017

Una pequeña historia sobre procesiones y horarios

No eran tiempos fáciles, muchos cambios, muchas cosas que él tenía que afrontar a cada momento, y sobre todo extraña sensación de que todo se empezaba a hundir a su alrededor. Había pequeños momentos en los que buscaba refugio en pequeños oasis, unas veces haciendo fotos, otras en momentos de oración lejos de días señalados; en eso ocupaba muchas veces su tiempo libre, normalmente rumbo a su casa de siempre.

Ocasionalmente veía a aquellas imágenes cuando volvía a casa la mañana del Viernes Santo , como si lo estuviesen esperando. De niño había visto aquella multitudinaria procesión hacia la catedral para la coronación canónica, por aquel entonces no lo entendía, presenció el jubilo que acompaña a las grandes ocasiones.

Se acercaba el señalado aniversario; recorrió las calles de los itinerarios de ida y vuelta, contemplando como las iban engalando. Aprovecho para verla aquella tarde de junio. Sus obligaciones laborales no le permitían, a priori, poder ver el regreso.

El destino no está escrito, y guarda pequeñas sorpresas. Llegó el siguiente sábado, y en su entonces puesto de trabajo fue consultando de reojo la narración de la procesión de vuelta. Las cosas de la lluvia, siempre la lluvia, hizo que la salida de la catedral se retrasase; que los responsables de la hermandad se olvidasen del cronometro hizo el resto. Al alba del domingo al salir de trabajar fue a su encuentro. Le apenó ver que iba acompañada de escaso público a esa hora , escaso para la masa de gente que suele acompañarla en la calle, pero sabía que de una u otra forma Ella lo estaba esperando.



Siempre fue un tiquismiquis en temas cofradíeros, alguno de sus amigos dice, medio en broma medio en serio, que es un polémico. Un protestón en toda regla en cuanto a horarios de procesiones y estaciones de penitencia se refiere, pero mira por donde le sacó partido a aquella larguísima procesión.


Los que son las cosas, ahora va a verlos y rezarles a su casa de cuando en cuando, casi siempre en horas en que sabe que hay poca gente. Descubrió que en un camino de Amarguras siempre hay lugar para la Esperanza.

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